jueves, 14 de agosto de 2008

CÓMIC E INTIMIDAD de Jorge Carrión

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       La obra de arte contemporánea es consciente de los múltiples links que establece con otros tipos de textualidad artística. Fun Home. Una familia tragicómica (Mondadori, 2008), de Alison Bechdel, es el cómic más literario que he leído. Obviamente existen excelentes adaptaciones gráficas de obras literarias, como las que de Kafka ha firmado Peter Kuper (ver, por ejemplo, La metamorfosis, Astiberri, 2007); no me refiero a eso. Me refiero a la elaboradísima imbricación de la obra en la red de obras maestras de la literatura universal: la novela gráfica de Bechdel dialoga sin timidez con Proust, Joyce u Homero, entre otros grandes maestros de la palabra. Lo hace mediante la cita literal (en el cómic se incluyen pasajes dibujados, como fotografías de páginas de libros reales, con extensos párrafos de las obras en cuestión) y, sobre todo, mediante la construcción de un sobresentido continuo. En otras palabras, la intertextualidad afecta tanto a las lecturas de los personajes como a la acción y la personalidad de estos, que se identifican psicológica o vivencialmente con los personajes literarios, de modo que el clásico se reactualiza al tiempo que Fun Home se ilumina con una luz especial. Esa retroalimentación se nutre de otros tipos de texto que también aparecen en la novela gráfica, como cartas, diarios, anotaciones en fotografías o la mención de libros relacionados con la homosexualidad, que son leídos como obras particularmente dirigidas a un único lector. A Alison Bechdel, porque el cómic es autobiográfico. El uso de materiales escritos propios de la esfera de la intimidad no es casual: el diálogo entre éstos y las obras maestras de la literatura universal es también una forma de comunicación entre lo íntimo y lo público, entre lo individual y lo comunitario. La ambición de todo artista que trabaja con materiales personales es esa: superar la frontera de interés que separa lo propio de lo universal. Para traspasar ese límite, Bechdel se sirve tanto de la literatura como de la estructura narrativa de la investigación. El sospechoso y el caso son lo mismo: su propio padre. Alison asume que para que la figura paterna tenga interés para el lector anónimo, ajeno y lejano, debe tratar a su progenitor como a un desconocido. Como a alguien de quien en verdad no sabe nada. Por eso su libro es una investigación casi policial –por no decir forense– que se alimenta tanto de la memoria como de los documentos que objetivan parcialmente al paciente de la disección. El padre es un enigma que sólo podrá resolverse tras la lectura del recuerdo que sobre él guarda la narradora (incluidos los muchos libros que le recomendó, pues era profesor de literatura) y tras el examen de ciertos textos que dejó tras su muerte –posible, ambiguo suicidio.




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